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¡A andar que vamos a los Búnkers de Barcelona! Escaleras, dos extraños teleféricos (uno roto) y camino de tierra. Cansados pero entramos por fin a la dimensión arquitectónica en ruinas que recoge el Turó de la Rovira: barracas destrozadas en las que solo veíamos la cerámica del suelo, algunos de sus muros y restos de algunos de los cañones de defensa antiaéreos que intentaban proteger la ciudad en época de plena Guerra Civil Española. Curioso hecho que la total destrucción y abandono espacial fuese a consecuencia de las "glamourosas" Olimpiadas de Barcelona del '92. Los servicios de barrido son de los más veloces en toda ciudad. No hace falta decir mucho más.



Así pues, llegamos al escenario con connotaciones históricas y vistas inmejorables de la misma ciudad de lo que sería la intervención Macarena 3. Esta vez, la participación de los 4 artistas sucumbieron a las premisas que les impuse de evidenciar el proceso de montaje y desmontaje de su obra, de establecer vínculo directo con el público con su trabajo de principio a fin y acomodar su obra al sitio expositivo (no expositivo) pertinente. TERESA ESTAPÉ empezó. Subida a una escalera de hierro sacó su cinta de pintor y unas largas tiras de papel que empezó a rascar en la misma pared de lo que parecía la centralita del lugar. Tras ver un documental llamado "Barraques. La ciutat oblidada" (podéis verlo aquí mismo: ​http://www.tv3.cat/videos/2333059 ), decidió inculcar una de las frases surgidas por una mujer llamada Maravillas González que le impactó. Con vinilo, Teresa escribió: "Ahora es muy bonito para la gente que viene de paseo, muy atractivo. Pero cuando nosotros estábamos aquí viviendo no subía ni Dios, porque hasta Dios estaba en contra nuestro".



Seguimos la ruta de intervenciones mientras Teresa ponía la frase en la pared. ANDRÉS GONZÁLEZ, acaparó como si de un teatro se tratara el público en otro rincón de la zona elegida. Habían muebles, una mesa, sillas, un armario, estanterías y ganchos.  No estaba decorado.  Asimismo después de contarnos su curiosidad por los ornamentos que toda casa tiene elegidos según los gustos de los diferentes miembros que la habitan, Andrés nos dejó construir de nuevo a través de un buen montón de objetos guardados en un baúl, lo que sería de forma efímera una especie de salón. Le interesaba el porqué se elegían ciertos objetos, como se colocaban y quién los colocaba, porqué otros fueron rechazados y como se generaba un movimiento constructivo ornamental de la nada.

 

Tras dejar montado encima la cerámica vieja de lo que era una barraca y sus paredes una acogedora sala, subimos para presenciar el montaje de la pieza del tercer artista: MARCEL RUBIO JULIANA. Marcel estaba ya tumbado encima un plástico transparente y pintaba unas letras con acrílico negro que había rotulado antes con taker rojo. Con su devoción por la técnica pictórica, Marcel cuidadosamente iba rellenando las tipografía hasta finalizar con la que sería la frase "unes quantes coses" . La gente se animó a ayudar participando en la fabricación para la post colocación de la obra. Al finalizar este proceso se colocó con hilos de pescar atados a cuatro lados el lienzo transparente que designaba aquello que se entreveía por detrás, tal como la frase indicaba: unas cuantas cosas.



Empezaba a bajar el sol, había hambre y sed, pero Macarena lo tenía todo previsto. Bajamos al salón montado por la intervención de Andrés y allí dejé a las manos del público un cátering con piruletas de queso, frutos secos y especias y pastel de zanahoria y coco sin gluten. Brindamos con cava por la actividad artística sea dónde sea y por Macarena que además nos trajo buen sol. Break y seguimos con las intervenciones ya finalizando con la participación de ALDO URBANO.



Se hacía oscuro y la gente pasaba frío. Muchos se fueron, y de forma acogedora y reducida, percibimos la última experiencia casi mística en el bosque cercano a los búnkers, situado al final de un callejón. Aldo cargaba un generador parecido a un motor de coche, sus amigos carreteaban con dos focos, un largo rollo de papel y su artilugio hecho en casa con un trozo de madera y muchos rotuladores permanentes de color negro, azul, rojo y verde de diferentes grosores enganchados con cinta americana negra. Sin pedir ayuda, todos empezamos a oscuras a colaborar con el montaje de la última obra que presenciaríamos. Montamos una especie de pantalla casera con papel grapado y tensado entre dos árboles. Los focos iluminaban por detrás gracias a la energía del generador que costó arrancar.  Aldo nos tenía preparada una acción que a penas duró un minuto. Tras el largo tiempo de montaje, se colocó al otro lado de la pantalla y con su extraño instrumento pinto de un trazo el papel dejando la marca multi color de los 22 rotuladores. Asombrados por la rapidez de la pieza, contemplamos más de cerca su construcción pictórica  y charlamos hasta que decidimos recoger y volver a nuestras casas. 



Una tarde completa en la que no faltó la presencia de la Virgen Macarena a todos niveles. Su imagen en un cuadro sacado de anticuario nos acompañó hasta el final. Dos velitas rojas de iglesia, rezos laicos y funcionó. Inmejorable intervención número 3!



Estel Boada, 2013













fotografía/edición: Estel Boada, 2013

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